lunes, 5 de diciembre de 2011

El dia en que los hombres y mujeres empiezan a estorbar

Estábamos en mi casa. Preparábamos una exposición para  presentar una campaña de publicidad. De pronto, Antonio dijo: ¡si no viene  Roberto ¡estamos sonados. Él es el único que puede pararse frente al complicado público que tendremos  mañana.

n esa etapa de mi  vida yo era indispensable, o por lo menos me lo hacían sentir así. Tenía todo lo que la sociedad dice que es indispensable para ser considerado: educación, algo de  prestancia,    feo, pero mi simpatía apocaba a mi fealdad, inteligente (para estar donde estaba, tenía que serlo), la edad necesaria, un vocabulario selecto, más bien acomodable a cada público.....en síntesis lo tenía “casi todo”...digo “casi todo”, porque si lo hubiese tenido todo, no habría estado donde estaba.
Celeste, no es un color, es el nombre de una mujer. También se hizo sentir indispensable, hablaba tres idiomas, tenía lindas curvas, su cara era muy agradable, no era muy alta, más bien estaba en la media.  Manejaba el computador  como Pelé la pelota.
Muchas cosas no se podían hacer si Celeste no estaba. Toda la maravilla de esa mujer se rodeaba de una excelente edad.  La que se exige para ser considerado.

Celeste y yo teníamos la misma edad. Tal vez por eso solo fuimos buenos amigos. A ella le gustaban Mayores.  Pero un día se enredó con un Teniente. El romance le duro, lo que dura el cambio de guardia.

Celeste y yo fuimos niños en los mismos años, escuchamos la misma música, vimos las mismas noticias, (no se preocupe, pues no han cambiado mucho), a pesar de vivir en diferentes ciudades por muchos años.

Cuando fuimos bebes, éramos  el centro de la atención. Todo giraba en torno a nosotros. Incluso  la hipocresía de algunos tíos, cuando decían, “que tierna o amorosa la guagua “(expresiones que se usan para no decir fea).  Ambos escuchamos las  palabras de nuestras madres, incluso desde el vientre, cuando decía “te adoro, te quiero hijo mío “

A medida que fuimos creciendo fuimos perdiendo protagonismo; primero en nuestro propio entorno,  es decir con nuestros parientes,  también lo perdimos con los otros que  no son parientes

Y luchamos, como todos.  Nos esforzamos como algunos. Estudiamos como la minoría,  Y le ganamos a la vida, como muy pocos.
Le ganamos un espacio. Le ganamos un espacio tan grande  que volvimos, (guardando las proporciones), a ser como cuando  niños.  De nuevo  todo giraba en torno a nosotros. Éramos importantes.
Pero pasó lo que nadie espera, o pasó lo que todos esperamos  pero nos hacemos  los lesos.  Se modificó de  toda la maravilla que nos rodeaba  solo una cosa.  Nuestra edad.
Seguimos teniendo todo lo que nuestra sociedad exige para triunfar. Inteligencia, prestancia, etc. incluso,  teníamos más experiencia.  Pero el  aviso del diario  decía: Edad máxima  35 años.
Celeste y yo, ya  teníamos  sesenta y algo más. Y también  teníamos las fuerzas para continuar.
Esas mujeres que nos hablaban en el vientre, y nos decían “te quiero hijo mío”, ya no están. Se fueron cuando teníamos  como 50 años.    
Celeste tuvo tres hijos. Están, pero en lugares lejanos. Hicieron como dice la ley, sus propias vidas.

Yo tuve dos hijos. También están  lejos. Nos vemos una vez  cada dos años. Cuando pueden viajar a este país.
El dormitorio de Celeste tiene vista a un muro. Desde la  ventana del mío se ve un hermoso Roble.
Seguimos siendo amigos. Y también somos amigos de otros “estorbos” que tienen como 70 o tal vez más.


La casa es enorme,  aquí vivimos como 50 personas,...todos con prestancia,  todos inteligentes, pero deficientes por edad.

Hoy Celeste habla  cuatro idiomas, yo hablo dos.
¿Sabes? hemos descubierto que una vez más nos hemos hecho indispensable, necesarios. Si no fuera por nosotros, estas  “casas”  que reciben el nombre de Hogar, (pero es lo único que no son) estarían  vacías.

De nada sirve en la vida  luchar tanto, estudiar tanto, amar tanto, si el tiempo que tenemos para ponerlo en práctica no es tanto.

Celeste y yo nunca fuimos más que amigos.
Nos conocimos  de casualidad. Fue en la fila para la entrevista personal que nos hicieron  en esa empresa donde trabajamos largo tiempo.
Claro que en esa entrevista nunca nos preguntaron  ¿y cuando piensan envejecer?

Celeste y yo seguimos siendo amigos....perdón... ahora, grandes y viejos  amigos.

Hoy vamos de la mano camino al Roble a tomar el té. Allí hay una mesita y se escucha el cantar del viento.  Para usar la mesita, te anotas en un libro, es como una reserva.  Es como una antesala para la casa  definitiva.
Uno de los dos quedara solo primero.  Me gustaría ser yo.  Celeste es indispensable para mí. Aunque yo también lo soy para ella.

El día que los hombres y las mujeres empezamos a estorbar, debemos irnos a un asilo.  Allí el almuerzo esta siempre a la hora.....y sin  que los pidas.

Es como cuando eras bebe...de nuevo todo gira en torno  a  ti.
Y cuando van los niños de la escuela  del sector, te dicen lo  mismo que dijeron los  tíos de ti.....claro que ya no es:   ¡Que tierna la guagua¡  ...ahora es: “ que tierno el abuelito “

Fin

El día en quer los hombres y mujeres empiezan a estorbar

Estábamos en mi casa. Preparábamos una exposición para  presentar una campaña de publicidad. De pronto, Antonio dijo: ¡si no viene  Roberto ¡estamos sonados. Él es el único que puede pararse frente al complicado público que tendremos  mañana.

n esa etapa de mi  vida yo era indispensable, o por lo menos me lo hacían sentir así. Tenía todo lo que la sociedad dice que es indispensable para ser considerado: educación, algo de  prestancia,    feo, pero mi simpatía apocaba a mi fealdad, inteligente (para estar donde estaba, tenía que serlo), la edad necesaria, un vocabulario selecto, más bien acomodable a cada público.....en síntesis lo tenía “casi todo”...digo “casi todo”, porque si lo hubiese tenido todo, no habría estado donde estaba.
Celeste, no es un color, es el nombre de una mujer. También se hizo sentir indispensable, hablaba tres idiomas, tenía lindas curvas, su cara era muy agradable, no era muy alta, más bien estaba en la media.  Manejaba el computador  como Pelé la pelota.
Muchas cosas no se podían hacer si Celeste no estaba. Toda la maravilla de esa mujer se rodeaba de una excelente edad.  La que se exige para ser considerado.

Celeste y yo teníamos la misma edad. Tal vez por eso solo fuimos buenos amigos. A ella le gustaban Mayores.  Pero un día se enredó con un Teniente. El romance le duro, lo que dura el cambio de guardia.

Celeste y yo fuimos niños en los mismos años, escuchamos la misma música, vimos las mismas noticias, (no se preocupe, pues no han cambiado mucho), a pesar de vivir en diferentes ciudades por muchos años.

Cuando fuimos bebes, éramos  el centro de la atención. Todo giraba en torno a nosotros. Incluso  la hipocresía de algunos tíos, cuando decían, “que tierna o amorosa la guagua “(expresiones que se usan para no decir fea).  Ambos escuchamos las  palabras de nuestras madres, incluso desde el vientre, cuando decía “te adoro, te quiero hijo mío “

A medida que fuimos creciendo fuimos perdiendo protagonismo; primero en nuestro propio entorno,  es decir con nuestros parientes,  también lo perdimos con los otros que  no son parientes

Y luchamos, como todos.  Nos esforzamos como algunos. Estudiamos como la minoría,  Y le ganamos a la vida, como muy pocos.
Le ganamos un espacio. Le ganamos un espacio tan grande  que volvimos, (guardando las proporciones), a ser como cuando  niños.  De nuevo  todo giraba en torno a nosotros. Éramos importantes.
Pero pasó lo que nadie espera, o pasó lo que todos esperamos  pero nos hacemos  los lesos.  Se modificó de  toda la maravilla que nos rodeaba  solo una cosa.  Nuestra edad.
Seguimos teniendo todo lo que nuestra sociedad exige para triunfar. Inteligencia, prestancia, etc. incluso,  teníamos más experiencia.  Pero el  aviso del diario  decía: Edad máxima  35 años.
Celeste y yo, ya  teníamos  sesenta y algo más. Y también  teníamos las fuerzas para continuar.
Esas mujeres que nos hablaban en el vientre, y nos decían “te quiero hijo mío”, ya no están. Se fueron cuando teníamos  como 50 años.    
Celeste tuvo tres hijos. Están, pero en lugares lejanos. Hicieron como dice la ley, sus propias vidas.

Yo tuve dos hijos. También están  lejos. Nos vemos una vez  cada dos años. Cuando pueden viajar a este país.
El dormitorio de Celeste tiene vista a un muro. Desde la  ventana del mío se ve un hermoso Roble.
Seguimos siendo amigos. Y también somos amigos de otros “estorbos” que tienen como 70 o tal vez más.


La casa es enorme,  aquí vivimos como 50 personas,...todos con prestancia,  todos inteligentes, pero deficientes por edad.

Hoy Celeste habla  cuatro idiomas, yo hablo dos.
¿Sabes? hemos descubierto que una vez más nos hemos hecho indispensable, necesarios. Si no fuera por nosotros, estas  “casas”  que reciben el nombre de Hogar, (pero es lo único que no son) estarían  vacías.

De nada sirve en la vida  luchar tanto, estudiar tanto, amar tanto, si el tiempo que tenemos para ponerlo en práctica no es tanto.

Celeste y yo nunca fuimos más que amigos.
Nos conocimos  de casualidad. Fue en la fila para la entrevista personal que nos hicieron  en esa empresa donde trabajamos largo tiempo.
Claro que en esa entrevista nunca nos preguntaron  ¿y cuando piensan envejecer?

Celeste y yo seguimos siendo amigos....perdón... ahora, grandes y viejos  amigos.

Hoy vamos de la mano camino al Roble a tomar el té. Allí hay una mesita y se escucha el cantar del viento.  Para usar la mesita, te anotas en un libro, es como una reserva.  Es como una antesala para la casa  definitiva.
Uno de los dos quedara solo primero.  Me gustaría ser yo.  Celeste es indispensable para mí. Aunque yo también lo soy para ella.

El día que los hombres y las mujeres empezamos a estorbar, debemos irnos a un asilo.  Allí el almuerzo esta siempre a la hora.....y sin  que los pidas.

Es como cuando eras bebe...de nuevo todo gira en torno  a  ti.
Y cuando van los niños de la escuela  del sector, te dicen lo  mismo que dijeron los  tíos de ti.....claro que ya no es:   ¡Que tierna la guagua¡  ...ahora es: “ que tierno el abuelito “

Fin

El Día En Que El Hombre y la Mujer empiezan a Estorbar

El Día En Que El Hombre y la Mujer empiezan a Estorbar

Estábamos en mi casa. Preparábamos una exposición para  presentar una campaña de publicidad. De pronto, Antonio dijo: ¡si no viene  Roberto ¡estamos sonados. Él es el único que puede pararse frente al complicado público que tendremos  mañana.

En esa etapa de mi  vida yo era indispensable, o por lo menos me lo hacían sentir así. Tenía todo lo que la sociedad dice que es indispensable para ser considerado: educación, algo de  prestancia,    feo, pero mi simpatía apocaba a mi fealdad, inteligente (para estar donde estaba, tenía que serlo), la edad necesaria, un vocabulario selecto, más bien acomodable a cada público.....en síntesis lo tenía “casi todo”...digo “casi todo”, porque si lo hubiese tenido todo, no habría estado donde estaba.
Celeste, no es un color, es el nombre de una mujer. También se hizo sentir indispensable, hablaba tres idiomas, tenía lindas curvas, su cara era muy agradable, no era muy alta, más bien estaba en la media.  Manejaba el computador  como Pelé la pelota.
Muchas cosas no se podían hacer si Celeste no estaba. Toda la maravilla de esa mujer se rodeaba de una excelente edad.  La que se exige para ser considerado.

Celeste y yo teníamos la misma edad. Tal vez por eso solo fuimos buenos amigos. A ella le gustaban Mayores.  Pero un día se enredó con un Teniente. El romance le duro, lo que dura el cambio de guardia.

Celeste y yo fuimos niños en los mismos años, escuchamos la misma música, vimos las mismas noticias, (no se preocupe, pues no han cambiado mucho), a pesar de vivir en diferentes ciudades por muchos años.

Cuando fuimos bebes, éramos  el centro de la atención. Todo giraba en torno a nosotros. Incluso  la hipocresía de algunos tíos, cuando decían, “que tierna o amorosa la guagua “(expresiones que se usan para no decir fea).  Ambos escuchamos las  palabras de nuestras madres, incluso desde el vientre, cuando decía “te adoro, te quiero hijo mío “

A medida que fuimos creciendo fuimos perdiendo protagonismo; primero en nuestro propio entorno,  es decir con nuestros parientes,  también lo perdimos con los otros que  no son parientes

Y luchamos, como todos.  Nos esforzamos como algunos. Estudiamos como la minoría,  Y le ganamos a la vida, como muy pocos.
Le ganamos un espacio. Le ganamos un espacio tan grande  que volvimos, (guardando las proporciones), a ser como cuando  niños.  De nuevo  todo giraba en torno a nosotros. Éramos importantes.
Pero pasó lo que nadie espera, o pasó lo que todos esperamos  pero nos hacemos  los lesos.  Se modificó de  toda la maravilla que nos rodeaba  solo una cosa.  Nuestra edad.
Seguimos teniendo todo lo que nuestra sociedad exige para triunfar. Inteligencia, prestancia, etc. incluso,  teníamos más experiencia.  Pero el  aviso del diario  decía: Edad máxima  35 años.
Celeste y yo, ya  teníamos  sesenta y algo más. Y también  teníamos las fuerzas para continuar.
Esas mujeres que nos hablaban en el vientre, y nos decían “te quiero hijo mío”, ya no están. Se fueron cuando teníamos  como 50 años.    
Celeste tuvo tres hijos. Están, pero en lugares lejanos. Hicieron como dice la ley, sus propias vidas.

Yo tuve dos hijos. También están  lejos. Nos vemos una vez  cada dos años. Cuando pueden viajar a este país.
El dormitorio de Celeste tiene vista a un muro. Desde la  ventana del mío se ve un hermoso Roble.
Seguimos siendo amigos. Y también somos amigos de otros “estorbos” que tienen como 70 o tal vez más.


La casa es enorme,  aquí vivimos como 50 personas,...todos con prestancia,  todos inteligentes, pero deficientes por edad.

Hoy Celeste habla  cuatro idiomas, yo hablo dos.
¿Sabes? hemos descubierto que una vez más nos hemos hecho indispensable, necesarios. Si no fuera por nosotros, estas  “casas”  que reciben el nombre de Hogar, (pero es lo único que no son) estarían  vacías.

De nada sirve en la vida  luchar tanto, estudiar tanto, amar tanto, si el tiempo que tenemos para ponerlo en práctica no es tanto.

Celeste y yo nunca fuimos más que amigos.
Nos conocimos  de casualidad. Fue en la fila para la entrevista personal que nos hicieron  en esa empresa donde trabajamos largo tiempo.
Claro que en esa entrevista nunca nos preguntaron  ¿y cuando piensan envejecer?

Celeste y yo seguimos siendo amigos....perdón... ahora, grandes y viejos  amigos.

Hoy vamos de la mano camino al Roble a tomar el té. Allí hay una mesita y se escucha el cantar del viento.  Para usar la mesita, te anotas en un libro, es como una reserva.  Es como una antesala para la casa  definitiva.
Uno de los dos quedara solo primero.  Me gustaría ser yo.  Celeste es indispensable para mí. Aunque yo también lo soy para ella.

El día que los hombres y las mujeres empezamos a estorbar, debemos irnos a un asilo.  Allí el almuerzo esta siempre a la hora.....y sin  que los pidas.

Es como cuando eras bebe...de nuevo todo gira en torno  a  ti.
Y cuando van los niños de la escuela  del sector, te dicen lo  mismo que dijeron los  tíos de ti.....claro que ya no es:   ¡Que tierna la guagua¡  ...ahora es: “ que tierno el abuelito “

Fin

sábado, 12 de noviembre de 2011

Cuando los niños se transforman en hombres

Cuando Los Niños  Se Transforman En Hombres

Aún recuerdo cuando Acevedo (compañero de curso) llegó con un espejo y lo ponía de una discreta manera bajo las piernas de la profesora para ver  que había al final del camino.  Generalmente había algo blanco.  Estamos pasando de niño a hombre.



Tenía cinco años cuando mi padre me dijo: “mira gueón, si te pillo arriba de la escalera te voy a sacar la cresta...no te das cuenta que esa cuestión es peligrosa (la verdad es que no dijo “cuestión”)

¿Te das cuenta lo que  pretendía mi padre?

Que a los cinco años yo entendiera  el  concepto de gueón.
Que entendiera el concepto de peligro.
Que entendiera  la idea de “sacar la cresta “
Que entendiera  todo eso,  a grito pelado.
Es decir, si me caigo de la escalera, me van a castigar sobre  las heridas del costalazo.
Un día me mando a comprar algo....me paso un billete....y cuando volví con el encargo me  pregunto.... ¿   y el vuelto?
¿Cuál vuelto ?.....según dijo me pego por gueón.
 Esta palabra se  empezó hacer aplicable a todas las situaciones y conceptos.

¿Te das cuenta lo que  pretendía mi padre?

Que a los cinco años yo entendiera el concepto de  “vuelto“
Que los hombres eran honrados. De serlo, el comerciante me habría dado el vuelto  sin yo pedirlo.
Mi padre, pretendía que  a los 5 años yo actuará  como “hombre” y que entendiera conceptos que  no estaban  acordes  a mi corta  madurez.

No me di cuenta de cómo pase del pantalón corto con suspensores al pantalón largo con correa al cinto. (Seguramente aquellos que tienen menos de 30 años no entenderán esta metáfora,  pero es como  pasar de la mamadera a la  cerveza)
Estuve doce años en la escuela. En mi casa dependía de mis tutores, en el colegio dependía de los dueños de la información o dueños del seudo conocimiento.-    Siempre decidieron  todo  por mí: como vestirme,  que comer, como usar el pelo,  el largo de la falda  (en el caso de mis hermanas), que libros leer, que películas   ver, etc. Pero un glorioso  mes de Diciembre, termine la educación media (después de algunos años descubres que en realidad es Media, en todo caso, es mejor que la otra, que solo es básica).
En Marzo, es decir, 60 días después entraba a la educación fundamental,  pues con ella decides  casi el resto de tu vida. Por lo menos así te lo han pintado.
El primer golpe  que te das, es descubrir que estas solo.   Hay cosas que ya no tendrás: ya no hay libreta  de comunicaciones, no hay libreta de notas, ni anotaciones de tu comportamiento,  ya no hay uniforme ni pelo corto. Ya no hay apoderado (personaje que  puso la cara por ti durante 12  años....como mínimo)
A nadie le importa si vas o no a clases.

Para este cambio solo has tenido dos meses para madurar. Por eso que nuestros jóvenes son como las paltas. A este fruto lo envuelves por un tiempo en papel de diario y madura. Debes buscar un diario grande y envolverte por dos meses, para quedar a punto para la siguiente etapa de tu vida.

Soy maduro para embarazar a mi  polola, pero mis 18 años que me dan derecho a voto, no me hacen responsable del futuro crío.
Soy capaz de manejar el coche de mi padre, que cuesta 7 millones,  pero yo no soy responsable de la bencina, de la mantención, del lavado, ni de las infracciones de tránsito que me cursen.

Entonces, ¿Cuándo dejamos de ser niños?


Tal vez cuando dejamos de jugar  con  el chupete de la mamadera y empezamos a jugar con el  pezón.
Tal vez cuando nuestro vocabulario cambio,  la señorita,  por mijita, o de guagua por guagüita.
Tal vez cuando  aprendimos a pedir prestado y no pagar.
Tal vez cuando descubrimos que el viejo pascuero no existe o que los magos son chamullentos, pues solo hacen trucos y todo es mentira.

Tal vez dejamos de ser niños, cuando descubrimos la diferencia entre estar enamorado y estar “acalorado”.
Tal vez  dejamos de ser niños, cuando aprendimos que las mujeres  y nosotros servimos para algo más que jugar al  papá y la mamá.
   
Tal vez, dejamos de ser niños cuando  descubrimos que ya no podemos vivir gratis, y que ser hombre o mujer  cuesta una fortuna.  Pues como adulto debes financiar el sistema para que otro pueda cumplir su etapa de niños.
De todas formas, ser niño o ser hombre, tiene algunas coincidencias. Cuando eres niño a nadie le importa tu opinión, siempre quedas para después, tienes que comer lo que te den, .vestir como otros lo  dicen, si no eres mal agradecido., también debes ver  las películas y leer  los libros que otros deciden...etc. 

Cuando eres hombre estas cosas no cambian, la única diferencia  es  que ahora  te das ” cuenta”  de que en realidad  comes lo que tu  mujer decide, vistes lo que el sistema te exige  y ves la  películas que otros permiten que tu veas.

Finalmente, volvamos al primer párrafo del desahogo. Eres hombre cuando entiendes  la siguiente orden (que no entendías a los 5 años) 
“hacete  a un lado gueón o queris que te saque la cresta”
Si te haces un lado, es porque entendiste  la instrucción. Entonces ya eres hombre.

Seria todo


Bendita ignorancia

Bendita Ignorância


No es lo mismo ignorar que ignorante.
Ignorar, es simplemente desconocer un hecho ocurrido o por ocurrir, pero también tiene la acepción de repudio. Cuando no te inflan, te están ignorando. También tiene la acepción de hacerse el leso o el desentendido,  como para no dar el asiento a una embarazada en la micro.
Podemos decir que ignorar se refiere a situaciones.
En cambio ignorante se refiere a la persona.
Analfabeto, que no sabe leer. Incapaz, es el  que no sabe cómo se hace algo. Impericia, persona que no tiene experiencia en alguna materia. Inopia, alto desconocimiento de un tema (también se usa como pobreza extrema).
Pero no se preocupe, ser ignorante no es ningún pecado, es más bien una bendición
La bendición del no saber.

Hoy sabemos tanto que llega a dar miedo.  Antes solo comíamos a las horas que correspondía y solo nos preocupaba que estuviera rico.
Hoy no. Debemos revisar lo que comemos. La cantidad de grasa, de hidratos, cuanto colesterol tiene, etc, etc. Más que disfrutar la comida, parece un acto de  suplicio.  (a veces)
Antes un hot dog era una exquisitez.  Hoy no, como nadie sabe que contienen  las vienesas,  que tipo de tomate se usa, de que está confeccionado el chocrut,  de que harina hicieron el pan, cual es el origen  de la mayonesa, etc,  entonces el famoso completo pasó a la categoría de chatarra. (En mis tiempos chatarra era un montón de latas)

¿Sabía usted algo sobre el colesterol hace veinte años atrás?  ¡Claro que no!

Hoy si no lo sabes, te puede dar un infarto.
Antes sabíamos tan poco  que parecíamos inocentes. Me gusta ese sinónimo para ignorante: Inocente.
En el supermercado solo se vendía leche. Hoy tiene leche con grasa, con poca grasa, con mucha grasa, y la vaca es la misma.  Éramos felices solo sabiendo que era leche.

¡Y cómo nos hacen lesos!  Ahora tenemos mayonesa sin huevo, arroz sin colesterol, sandias sin pepas,  alimentos transgénicos.
La bendición del no saber, antiguamente nos permitía comer sin mayores preocupaciones, pero hoy como sabemos más, nos preocupamos tanto, que casi no comemos
El privilegio de ser ignorante,  o la bendición de no saber    nos permite a los seres humanos  tener un grado menos de molestia. El que nada sabe nada teme.
Podemos hacer un juego de palabras con ignorante e ignorar:
La señora pregunta en la pajarería ¿Cómo se llama ese pajarito? En vendedor le responde: lo ignoro.

A lo que la dama replica: ¡uy! qué lindo el ignorito.
Se da cuenta, la dama de este relato, además de ignorar el nombre del pájaro, es ignorante, pues desconoce el significado de ignorar.

La ignorancia, definida por mí, como “el privilegio de no saber”, nos permitirá en alguna medida tener una mejor calidad de vida, por  lo menos del punto de vista emocional.
Benditos los que  creen que la caída de las torres gemelas es un truco cinematográfico. Pues en la mente de la ignorancia no es posible pensar que existan mentes inteligentes dueñas de tanta  maldad.

Es bueno ser ignorante, pues así podemos pensar que todas las noticias de violencia que nos muestra la televisión,  son mentiras. No es posible que exista tanta violencia.

Esta ignorancia de la que podemos ser dueños nos permitirá  creer que los  pedófilos y otros  enfermos de ese estilo, son parte de una película.
La ignorancia es tan buena que nos permite creer que todas las cifras que han entregado al pueblo los gobiernos desde O’Higgins hacia delante son exactas.

La ignorancia nos permite creer que con ciento cincuenta  mil pesos puede vivir dignamente una familia de cuatro personas. (En este cálculo no se incluyen  las mascotas)

              
La ignorancia es tan sabia que nos permite ignorar la fecha de nuestra muerte. Se imagina como sería el mundo si las personas tuviéramos fecha de vencimiento. Claro que de alguna manera la tememos. Se llama jubilación, significa que desde esa fecha ya serás considerado una molestia y un cacho para el estado. (Por lo menos en esta sociedad) Jubilación, triste palabra, que curiosamente viene del latín “jubilare”  que significa  “gritar de alegría. Para la risa  ¿verdad? Nosotros gritamos de pena.

Sería todo